Entre los espectadores del BAFICI, uno encuentra todo tipo de personajes. Algunos tan absorbidos por su autopercibida genialidad que son incapaces de ver lo risible de sus posturas. Seguramente esa sea la inspiración del co-guionista y co-protagonista Fabrizio Sanguinetti para darle vida a quien, a primera vista, podría haber sido la chica de sus sueños: una liberada nerd del cine que disfruta discurriendo sobre la distinción entre significado y significante en Godard y Kiarostami (Catalina Fusari). Sin embargo, pronto advertimos que nuestra co-protagonista sólo está interesada en escucharse a sí misma, ejecutando una coreografía de name-dropping cinéfilo con mecánica precisión. Es que nuestros protagonistas no tienen las mínimas ganas de dialogar el uno con el otro: Fabrizio Sanguinetti solo busca acostarse con Catalina Fusari, y ella... busca un cómplice para perpetrar un atentado revolucionario en el BAFICI que, como nos explica, se transformó en un curro neoliberal.
Las actuaciones son un fuerte de Ver para coger. Fusari y Sanguinetti interpretan con mucha naturalidad estos dos estereotipos de la joven progresía porteña. Quizás los personajes les son cercanos.
Las actuaciones son un fuerte de Ver para coger.
La cámara es buena, con primeros planos que realzan el delivery de los gags. Sin embargo, la escena del departamento tiene algunos problemas con la luz. La transición entre el Cultural San Martín y los interiores resulta un tanto abrupta.
El guion de Fabrizio Sanguinetti y Juan Manuel Cafferata es el punto más alto de la producción. Es inteligente, gracioso, y sabe reírse de sí mismo, admitiendo los elementos que la trama copia (homenajea?) a un famoso director favorito del público. Seguramente se queden con ganas de más; el corto actúa como un set-up excelente a una escena de acción que los guionistas no nos dan la satisfacción de ver. En cambio, nos obligan a imaginar lo ocurrido a través de un titular de diario. Una solución un tanto perezosa a un genial guión.
Cierro con una anécdota de mi época de estudiante. En la Facultad de Sociales de la UBA un día escuché a alguien decir, con total seriedad y aplomo, que no miraba series porque ese tiempo estaba mejor invertido en mirar la filmografia completa de Ingmar Bergman. Me gusta pensar que para apreciar el "cine arte" no es necesario ser incapaz de disfrutar cualquier película que pueda (oh dios mío!) llegar a ser tildada de mainstream.
Tomás Vellani, M.A.